miércoles, 25 de enero de 2012

Ascensión a La Mira desde La Plataforma


Esta historia comienza hace tiempo. Concretamente en una "vista atrás" en el camino hacia Barrerones el año pasado. Yo perdí una cena pero gané una ascensión a La Mira con mi padre.


Le teníamos ganas, habíamos buscado la mejor ruta y el día prometía, aunque había algunas nubes por encima de los 2200m.

Nos encaminamos por el prado que sale del Pluviómetro de salida de La Plataforma, la que lleva al Puerto de Candeleda. Hacia el SE, pasados unos 20 minutos encontramos un refugio: el principio de nuestra ruta.

Una vez allí sólo hay que dedicarse a seguir la senda y los hitos. Está muy bien marcado y es imposible perderse si sabes dónde vas.

Pasamos Los Campanarios con nieve helada en el camino, pero con mucho tramo deshelado de manera que no nos pusimos los crampones. Tampoco hay peligro de despeñarse, así que…



Y poco a poco fuimos avanzando hasta encontrar La Mira. La pala final sí que decidimos afrontarla con los pinchos y allí nos pusimos a ponérnoslos. Al levantar la cabeza…. ¿Y el pico? Tal rápida fue la llegada de la espesísima niebla que mi padre salió disparado en dirección contraria a la de nuestra ruta. No se veían hitos, ni más allá de metro y medio.



Como la niebla era espesa pero intermitente, y estábamos a muy pocos de la cima decidimos echarle un par y subir hasta arriba. Los hitos aparecían y desaparecían al tiempo que soplaba o no el viento. Afrontada la primera rampa decidimos descansar un poco, esperar a que despejase un poco y esperar a que apareciese alguien.

Detrás de nosotros venía una pareja que cuando vieron la niebla se lo pensaron. Por suerte se decidieron, aparecieron y como llevaban GPS les seguimos hasta la cima. Curioso, porque además fueron las únicas personas que vimos ese día.



En la torreta reconvertida comimos unas almendras y nos dimos la vuelta. Sin comer, con frío y con el alma arrugada por la experiencia de sentirse solo e invidente en la montaña. Del susto, llegué a avisar a mis amigos de dónde estaba y de que no se veía nada. Así que la explosión alegre de la cima nos la guardamos en el bolsillo para después, para disfrutarla en la bajada, en el coche, en la cena, y en estas líneas.

Es la segunda ascensión "invernal" que hago con mi padre. La Mira es un pico duro para las primeras veces, también lo fue para mi en Mayo de 2009, y se me resistió el año pasado con Michel. Por fin, y gracias, he de añadir. Ahora me toca pagar a mi la cena.


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domingo, 15 de enero de 2012

Ascensión a El Pelao

8 de Enero. 9 bajo cero. Michel y yo metidos en un coche camino de Navalguijo para subir El Pelao.

Yo no sé qué es exactamente lo que nos lleva a Michel y a mi a meternos en semejantes fregados, y el caso es que siempre estamos ahí los dos: si llueve, si hay niebla, si intentamos subir por lo imposible, si se nos va de las manos la predicción meteorológica... todo para casi siempre darnos la vuelta... menos esta vez.

Y no fueron pocas las dificultades que nos ofreció El Pelao con tan poca nieve: canchales infinitos, un mar de piornos en los que avanzar nadando, un calor insoportable (en Enero y habiendo marcado 9 bajo cero!!!) que nos hizo llegar sin gota de agua, un camino muy complicado de encontrar y una noche que se nos echaba encima. Muy punki.

Ya desde Navalguijo El Pelao se mostraba batallador. Más pelado que nunca y con las complicaciones que ofrece un pico tan poco visitado: un saltapraos hasta llegar al camino, un camino invadido por los piornales y una pala para subirse a su hombro que solo sirve para poner a 170 pulsaciones a la patata.

Al llegar al hombro (llamada Cuerda Larga) uno puede recrearse con las vistas, y un sentir un relajo al mirar casi de frente el objetivo. Si no hay nieve, y este invierno parece la tónica por debajo de los 2300, aquella cuerda es más larga que nunca. Los piornos impiden literalmente avanzar, los canchales de piedra se suceden ofreciendo escasos tramos mixtos y donde sin duda "sale mejor" subirse a la tapia y avanzar por ella en un ejercicio de equilibrismo.



Tras superar el primer collado nos pusimos ¡por fin! los crampones y nos encaminamos en un rato muy disfrutón hacia la cima. El espectáculo final es el premio desde luego, así que tiempo para comer, para echar un ojo a las gargantas de La Nava y La Lanchuela y para ponerse de vuelta que son las dos.









Así que una nueva jornada punki, con el punki original, que ya había ganas. Amigo. 
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Excursión a Peña Negra de Becedas

Un día frío, tonto, con niebla, sábado, poca nieve en la sierra, físicamente tocado tras haber hecho uno de los últimos entrenamientos para la San Silvestre, pero con ganas de ir al monte con mi padre, un objetivo: Peña Negra de Becedas desde el puerto del Tremedal.

Es una de las zonas que desde luego merece la pena visitar. Es una ascensión tranquila, muy bonita y que transcurre por la parte de la Sierra de Béjar que menos se visita y que más sorpresas guarda. Totalmente solos, por supuesto, aunque vigilados por la imponente "Mujer muerta".



La ruta transita por un camino fácil que en aquella ocasión estaba completamente helado, y que dio la nota curiosa a la excursión. La humedad, la arena y el frío habían hecho que el suelo se congelase de tal manera que se habían formado infinitos carámbanos debajo de la arena y parecía que caminábamos sobre almohadillas.



Una vez que se acaba el camino se entra en un prado en el que hay que avanzar siguiendo una verja y al final gira unos 90º para subir a un cerro, que no es más que la cuerda que lleva a La Peña.


Arriba no había nieve tal y como imaginábamos. La peña es un molondroco de piedra que ha de subirse escalando y allí había dos dándole un poquito. Quizás para cuando "los punkis" tengamos más nivel, porque tiene una subida clásica bonita.


Una vez allí comimos el bocata (con los plumas puestos del frío) y un caldo de cocido. También nadamos entre piornos y nos asomamos al Circo de Peña Negra, impresionante lugar donde hicimos parte del curso de Alpinismo del año pasado.


La vuelta la hicimos tranquilos, algo encogidos por el frío y aunque no teníamos un buen día físicamente,  las conversaciones, el monte y la compañía familiar siempre son mejor opción que estar tirados en el sofá.
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