"Soy igual que tú eres, viento.
Me pienso, me sublevo.
Acaricio montañas llenas de aromas y sueños,
de niños, de ciervos...
Barro dictaduras y amo la paz y el sosiego
y detrás de mí, soplo de viento,
vienes tú conmigo pa' meterles miedo."
Estos versos del bueno del Chinato estuvieron en mi cabeza durante casi todo el viaje a Los Pirineos, este mes de Julio. Un paraje maravilloso por explorar para mis neófitos ojos de montañero. Es cierto que he pasado varios inviernos allí haciendo esquí, pero nada comparable a lo que he disfrutado este verano en Panticosa y Ordesa.
Obviando la tragedia especulativa de Baños, Panticosa es una maravilla de sitio. Nada más llegar te dan la bienvenida un lago y los primeros tresmiles: Garmo Negro, Argualas e Infiernos. Para quitar el hipo.
En la zona de Panticosa nos dedicamos a soltar vinagre por allí. Bastante relajados. Hicimos dos excursiones: fuimos a pasar la noche a los Ibones de Bachinaña, caminamos hasta los azules, al pie de Los Infiernos y volvimos. El camino es sencillo y va siempre bien marcado. Es GR -11 y una zona muy transitada por senderistas y excursionistas de todo tipo.
Es muy bonito, y desde luego una zona que también merece explorar en invierno. Si este año como tantos últimos hago viaje de esquí a Formigal seguro que aprovecho un día para pasarme por aquí.
Ese mismo día, tras descansar un rato y comer tuvimos visita y fuimos a pasar la noche a Los Ibones de Las Ranas. Un sitio espectacular también, al que se llega por el mismo acceso que el Garmo Negro. Fue una agradable paseo para pasar la noche en uno de los más increíbles lugares en los que he estado. Hicimos un vivac alucinante allí en una muy buena compañía.
Esa tarde decidimos ir a Ordesa. La verdad es que era el final de la ruta que teníamos planeada pero buscábamos algo bastante más largo, pues queríamos haber llegado hasta allí por el Vignemale y Gavarnie. Ese día llegamos en furgoneta. Empezaba la fiesta.
Esa misma tarde "aclimatamos" en Ordesa yendo hasta las clavijas de Cotatuero y volviendo. Fue una marcha express en la que disfrutamos muchísimo de Ordesa. ¡Qué paredes!, ¡qué valle!, ¡qué ganas de montaña!
Tras la típica zorrera montañera y un día sin hacer nada porque no dejó de llover, decidimos hacer lo que todo el mundo: llegar a Góriz, subir el Monte Perdido, ir hacia la Brecha de Rolando, subir el Taillon y de vuelta.
Ordesa es una maravilla. Alucinante, amable, salvaje, abrupta. Nos encaminamos pronto hacia la pradera, las gradas, la cola de caballo... y aprovechamos el camino para hacer amigas, que siempre gusta.
Subimos a Góriz por las clavijas, aprovechando que habíamos subido vagas para engancharnos al cable. No las usamos porque aunque el suelo estaba húmedo, resultaba bastante fácil subir. Ojo, que hay que tener cuidado, pero es relativamente fácil.
Llegamos a Góriz y empezamos a buscar y poner el emplazamiento para la rafia. No os imagináis lo complicado que es conjugar las condiciones sociales con las que son puramente prácticas para este tipo de parajes. El resultado fue que montamos el peor vivac de todo el viaje, pero lo pasamos muy bien.
Al día siguiente intentamos subir a Monte Perdido. Y digo intentamos porque no llegamos. Un iluminado nos dijo que no hacía falta subir con crampones, y cuando llegamos vimos que aquello era bastante peligroso sin ellos. Media vuelta y para abajo. La verdad es que personalmente me dio mucha rabia, pero tampoco hay que volverse loco con ello, ya volveremos.
Esa tarde nos encaminamos hacia La Brecha de Roland. No teníamos más intención que dar un paseo e ir a dormir a un sitio apartado de todo el mundo que había en Góriz. Aquello se había convertido en una especie de Pub Irlandés para una excursión de checos que bajaban del perdido.
Dormimos en una pradera que se llama del Yerbín, según caminábamos nos encontramos con un sitio para vivaquear alucinante. Montamos aquello, descansamos, hicimos la cena, fuimos a por agua y a dormir. Creo que allí pasamos la mejor noche de todas. Dormir a 2600 metros, con La Torre de Marboré, El Casco, El Perdido, El Marboré delante... pocas veces he dormido en un sitio tan impresionante.
Al día siguiente nos encaminamos a La Brecha de Roland. La verdad es que nos hubiesen venido muy bien los crampones, porque fuimos por las clavijas y aquello estaba bastante nevado. Yo me enfundé el casco y todo.
Tras la visita a La Brecha, intentamos subir el Taillón pero como se ve en la foto de más arriba las nubes estaban aproximadamente a 2900m y no se veía nada. La subida al Taillón tiene que ser bonita, la ascensión es fácil aunque la nieve en el camino te hacía pensar en lo que pudiese pasar... tuvimos una de las bajadas más accidentadas y divertidas: hicimos culopiedra y llegamos abajo. Comenzaba la retirada de tan maravilloso paraje, donde además hacía bastante frío.
El descenso lo hicimos por Las Clavijas de Cotatuero. Hasta llegar allí hay varias horas de camino por praderas y valles. Otro bonito paisaje, menos salvaje, mucho más amable, lleno de sorpresas geológicas como sumideros, cortes glaciares, ríos con divertidos meandros y las siempre imprevisibles formas calizas. Lo que viene siendo dinámica de vertientes.
El descenso por Las Clavijas de Cotatuero es un poco peligroso. Hicimos uso de las vagas para ir asegurados, lo que además le da un toque más aventurero al asunto. Lo de las vagas lo consideramos unánimemente IMPRESCINDIBLES. Una caída desde allí arriba significa no contarlo.
Además de las clavijas hay un destrepe que es aún más complicado, al menos con mochila. Que cada uno busque su técnica, pero POR FAVOR cuidado si tiráis la mochila porque puede aparecer 50 metros más abajo, o peor, en el río. ¿Verdad Ruper? Jejejeje.
Lo que quedaba hasta llegar a La Pradera de Ordesa ya lo conocíamos: un precioso bosque que acabó de hacernos polvo las piernas. Llegábamos a tiempo para coger el bus de vuelta y de nuevo a la furgo. Otras aventuras nos esperaban, no menos salvajes, todo sea dicho. San Fermines, allá vamos.