jueves, 15 de diciembre de 2011

Ascensión invernal al Mulhacen

Granada, 1482. El Rey Mulay Hasan cansado y hastiado de su trato con los hombres, dispuso que a su fallecimiento fuese enterrado en el lugar más alto, cercano al cielo y alejado de la civilización.

Y ahí comienza nuestra historia, y aquí os contaré como cambiamos de moro. Como si de una bonita premonición se tratase, siete de nosotros tratamos de alcanzar el punto más alto peninsular, quizás no hastiados del trato humano, pero sí buscando una humanidad más cercana, más humilde, más sincera... entre montañas.



Adentrarse en La Alpujarra es una experiencia interesante. Lejos de todos los tópicos, es una tierra alucinante. Gente interesante, pueblos preciosos y una naturaleza que parece que aún se escapa el empuje del hombre. 

Nuestra ascensión comienza en Capileira, uno de los pueblos más altos de La Alpujarra, y que da acceso a la central eléctrica de La Cebadilla, en la garganta del río Poqueira. 

La ascensión la hicimos en dos días. El primero más corto pero más tedioso, remonta la garganta del río mientras se camina por prados, pequeños bosques de castaños, y más arriba las siempre presentes escobas. El camino se hace en aproximadamente cuatro horas, y se pasa calor hasta en Diciembre. El objetivo era llegar al Refugio de Poqueira, quizás el mejor refugio guardado en el que he estado. Dispone de una cantidad de recursos alucinante, y además no es demasiado caro para lo que suelen ser estas cosas. 




Lo más alucinante es que según se va cogiendo altura uno puede darse la vuelta... ¡y ver el mar! ¡y África! ¡Y barcos! ¡Y el Atlas! Otro momento alucinante fue ver anochecer con el Pico Veleta en frente. Una experiencia de esas que uno solo vive en montaña, y que hace que uno se enamore "hasta las trancas" de estas cosas.

El día de cumbre siempre resulta algo tenso. Hasta el último momento no decidimos por dónde ir, y optamos por ir por la cara Oeste. Algo más complicada que la Sur, pero infinitamente más bonita, y nada técnico. 

Nos enfundamos los crampones 20 minutos después de empezar a ascender, y no nos los quitamos hasta casi finalizado el descenso.

Llegar al Collado del Ciervo es un momento único. Es como asomarse a un pozo dónde se ve muy al fondo la Laguna de la Mosca, la cara norte del Mulhacen y su señora, La Alcazaba.


Desde allí no nos llevó mucho llegar a la cima. Había hielo, algo de nieve blanda, costra, roca y soplaban rachas fuertes de viento. Mulay Hasan nos miraba desde arriba desafiante, pero no tenía nada que hacer. Casi en la cumbre, a 50 metros de ella paramos para esperar a los rezagados, que lejos de perder apuestas demostraron valentía, sacrificio y un ejemplar compañerismo. Empiezo a pensar que no vengo a estos sitios por hacer cumbre, ni por deporte, ni solo por compartir "el rato" con los amigos, ni por soltar la cabeza, sino porque es en la montaña donde más y mejor descubro cosas nuevas y alucinantes de mis compañeros y nuevos amigos, y a ellos gracias.


La cumbre. Qué gran sensación. Menudo jaleo. Cada uno por su lado, las fotos, dame eso, toma esto, come algo, bebe algo, me duele la cabeza... es la altura ¿y tú de donde eres? ¿Quieres chorizo? ¡nos vamos! ¡Oyeee que se os olvidan los pioleeeet! ¡Que no que son de otroooo!


Encadenamos el descenso de los dos días, de manera que llegamos de noche y con las rodillas algo doloridas por el descenso acumulado, pero llenos de grandeza y satisfacción por haber hecho una actividad bonita, en un medio precioso, y con una compañía alucinante. 

Pronto más y mejor. Prometido.

PD: Las fotos son de Nando, al que mando un fuerte abrazo. Fue un placer conocerte, amigo.

1 comentario:

  1. Me emociono al sentirme partícipe de tus aventuras, tan plenas, tan humanas ,tan enormemente honestas con la naturaleza, con los hombres y con el placer de disfrutar de lo más hermoso:la amistad. Disfruta y sé feliz, es de lo poco que nos van dejando.fran

    ResponderEliminar