sábado, 23 de abril de 2011

El último invernal: Morezón

Tras la última visita al circo de Gredos, donde llegamos solo hasta la Laguna porque me había dejado las botas, se planteó la oportunidad de volver allí. Fue Angelito quien lo propuso, y aprovechando que todos teníamos un Domingo bastante ocioso, nos metimos en el coche dirección Hoyos del Espino.

Fuimos el citado Angel, Michel, Ruper y yo. Al Morezón hay muchas maneras de subir, pero nosotros decidimos ir por el Prado de las Pozas. Aunque no teníamos mucha idea de por donde se iba, no tuvimos ningún problema porque el camino estaba muy marcado con huellas e hitos.

El camino es bastante fácil, tiende hacia arriba sin demasiada dureza y es muy constante. Cogimos nieve enseguida, en cuanto cogimos altura al desviamos un poco del camino de la laguna.





Michel abría camino. Está hecho un bestia últimamente, y nos lleva a buen ritmo. A nuestra izquierda veíamos La Mira y Los Galayos, donde ya hemos estado este año, sin mucho éxito, por cierto. 


Con la vista fija en el objetivo, avanzábamos por los collados que dan paso al Morezón.


Poco a poco avanzábamos por la nieve, cada vez menos helada, hacia arriba. La primavera se abre paso en la pradera, inexorable. Las zonas que no conservan nieve incluso muestran ya flores. El resto del prado muestra cientos de riachuelos que bajan con el agua del deshielo.

Para variar, las nubes se nos echaban encima. Esta vez no corríamos el riesgo de perdernos porque había mucha huella, pero el espectáculo de la cima del Morezón se nos iba a complicar. Y así fue. Mientras llegábamos a la cresta, donde cada paso nos dejaba ver más claramente el Almanzor, La Galana, Cabeza Nevada, etc. las nubes luchaban por tapar semejante espectáculo.

Poco pudimos disfrutar de las vistas por completo, apenas unos minutos. Las nubes se hicieron fuertes en el circo y no nos dejaban ver claramente lo que había abajo.




Afrontamos el último repecho, que daba acceso a la cumbre y allí paramos a disfrutar de aquello: comimos, nos abrigamos, la foto de rigor y para abajo.



Atrás quedaba el Morezón. Con seguridad la última invernal en nuestro querido Gredos. A partir de ahora a luchar contra el agua, el deshielo, dejaremos de pisar placas para pisar "cebollos". Se acabaron los resbalones en la laguna, el bajar de la mano de los Barrerones y el patinar sobre los caminos helados. Empieza la época primaveral. Mi primera época primaveral en Gredos. A ver qué nos depara.


Una vez abajo echamos una cocacola y estuvimos parloteando con una gente, también scout. Eran de Madrid, e intercambiamos mails para hacer juntos alguna ruta por Peñalara o Béjar. Y puede, quien sabe, que alguna ruta más. 
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sábado, 16 de abril de 2011

Abortando el Morezón: Laguna de Gredos.

Un fin de semana movidito. Al día siguiente del día de escalada me fui con mi padre a Gredos. Pretendíamos subir al Morezón, pero en Barco de Ávila me di cuenta de que había dejado mis botas de nieve (las rígidas) en Salamanca.

Menuda cagada... llevaba de todo menos las botas. Lo único que llevaba calzado eran las Salomon, que son bajas, de Gore Tex, pero que tal y como preveíamos que estaba la nieve se me iban a mojar. Además no son nada seguras para ir en nieve porque son muy blandas.

Esto nos obligó a cambiar el plan e hicimos la clásica ruta de la laguna. Siempre es bonita, además de que yendo con mi padre se disfruta más todavía.

Todo transcurrió como preveíamos, la nieve era calidad pescadería y poco a poco iba colándose por mis botas hasta llegar a mis calcetines...




Mi padre marcaba el ritmo. Da gusto ver como no pierde la forma, es más, la coge. Cada vez hacemos menos paradas, a más ritmo y se nota que se cansa menos. ¡Eres grande! Este año nos ponemos a los 3355 del perdido. Seguro.



Al llegar a Los Barrerones miramos hacia el Morezón, a mano izquierda. Otro día llegaremos allí. La gente estaba subiendo desde el camino de Los Barrerones. Tengo la impresión de que subía todavía más gente que por el refugio del rey. Supongo que era porque la nieve estaba mejor. En la siguiente foto se ven las "zetas" de quienes subían. 



Y llegamos a La Laguna. Comimos la tortilla de mamá y nos volvimos. Ya estaba deshelando y no era plan de cruzar La Laguna. Además El Elola cada vez es más rollo, así que decidimos comer con otra perspectiva diferente del circo. Aquello es bestial, uno se siente pequeño, sobrecogido, alucinado. No se si existirá un sitio mejor donde comer con la familia un domingo :) (por supuesto con el debido respeto al medio, con el equipo adecuado, forma física, etc). 


Nos hicimos la foto. De las que nos hemos hecho hasta ahora, y ya no son pocas, es la que más me gusta. Hemos contado siete salidas a la montaña en el último año. No está nada mal. 

El día daba para poco más. Encaramos la subida a los barrerores de nuevo y nos bajamos, abrasaditos por el sol y yo con los pies empapados por no hacer bien las cosas la noche antes... un día de disfrute igualmente. Con el mejor. 
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Escalando en El Risco de Santibáñez

Con motivo del 29 cumpleaños de mi amigo Héctor, montamos una excursión de Sábado al Risco de Santibáñez. La idea original era que Héctor hiciese un rápel porque había dicho que quería probarlo, pero nada mejor que completar la actividad de rápel (que de por sí puede ser un poco coñazo) con una jornada de iniciación a la escalada.

Yo era la primera vez que hacía escalada. La verdad es que me había resistido a caer en la tentación, sobre todo por motivos de seguridad personal, y es que uno tampoco es muy hábil, y eso de andar colgado por ahí me daba respeto.

Pero ninguna ocasión mejor para sacudirse los miedos que una jornada de celebración, y para allá fuimos. Todo un éxito, porque la jornada fue una pasada. Primero porque nos juntamos bastante gente (Angelito, Guillem con su perro, Fer, Ruper, Vena, Héctor y yo). Siempre es agradable juntarse en una actividad con tanta gente agradable. El segundo ingrediente es que hizo bueno y el sitio impresionante.



Nada más llegar y sortear a las vacas, que se nos pusieron bravas, comimos y nos pusimos con la primera vía de escalada. No la conseguimos abrir, de modo que la montamos a "yoyo".

El primero en intentarlo fue Guillem, yo el segundo, y luego fueron pasando sucesivamente el resto.

Si algo me ha sorprendido de la escalada son dos cosas. La primera que se necesita mucha destreza, hay que conocer muy bien el cuerpo de uno mismo para saber qué se puede hacer y qué no. La segunda que se necesitan unos nervios de acero. Es complicado verse allí arriba, sin ningún sitio donde agarrarse, tentado a coger la cuerda, ¡las chapas! y sabiendo que no se puede hacer porque el reto está en la piedra. Granítica, dura, plana y vertical. Si no es por una combinación de destreza y fuerza mental hay cosas que no se pueden hacer. Nuestra primera vía era deliberadamente fácil, no me imagino como hará la gente para escalar algunas que había allí.

He de reconocer que yo subí más a voces que de otra manera. Los "venga, ya está!", "mira a tu derecha!", "ya lo tienes", hacen sentirte más seguro y provocan la calma y perspectiva necesaria para dar el siguiente paso. Esto se irá supliendo con experiencia, pero de momento es una ayuda genial.




Cuando acabamos todos la primera vía, que es la que se ve en la fotografía, pasamos a otra que nos pareció interesante y fácil. Nada más lejos de la realidad. Permanecimos colgados durante un buen rato intentando chapar, empujándonos en el culo para llegar, diciendo unos y otros donde había que poner el pie... imposible. Pero fue muy divertido. Fuese como fuese, y fuese quien fuese, al final siempre acabábamos colgados como chorizos de la cuerda y del primer expres, que si logramos poner.





La noche se echaba encima y era la hora de partir. Habíamos echado una tarde agradable, haciendo algo bonito y entre los mejores amigos, prometiéndonos aquello de "que no sea la última". Yo desde luego he encontrado una bonita actividad para completar mis días de montaña. Más aún ahora,  que se acaba la temporada de invernales. Además se coge técnica, de modo que ayudará para algún día hacer ascensiones más complicadas.

Pero este día aproveché además para atraer a uno de mis mejores amigos a este mundo, el de las montañas. Ese que muchos no conocen ni comprenden porqué me fascina, porqué me produce sensaciones increíbles, que van mucho más allá del frío, del cansancio, de la maravilla del paisaje o de enfrentarse a algo que es mucho más fuerte que tú, lo salvaje de lo hostil, lo desconocido, de lo imposible en muchos casos. Bienvenido amigo Héctor. Bienvenido a un mundo que cautiva. Disfrútalo. 
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domingo, 10 de abril de 2011

Vía Punki al Risco de La Campana

Michel y yo estuvimos en La Laguna del Duque la semana pasada. Al igual que el día de La Mira el pronóstico del tiempo era malo. Y así fue.

 Como no queríamos ir muy lejos por si nos teníamos que dar la vuelta, fuimos para La Laguna del Duque. Michel no la conocía. La ascensión hasta la laguna fue bien, sin demasiados sobresaltos. Desde mi última vez allí se había desecho toda la nieve y el hielo, y el camino estaba muy despejado.

Poco tardamos en llegar a la laguna. Unos 40 minutos o así. Os pongo una foto de Febrero


 y una de principios de Abril....






¡Viva la diferencia! A pesar de todo había muchas ganas de montaña. Pensamos en remontar la laguna e ir a La Ceja, pero las nubes estaban muy agarradas y nos daba miedo no ver nada. Así, decidimos continuar por la garganta y avanzar, a ver qué pasaba.


Después de unos desafortunados momentos en el agua.... continuamos hasta que nos encontramos con El Risco de La Campana. Empezaba a nevar, la niebla iba y venía, la verdad es que no se prestaba a subir, pero somos fuertes, aguerridos, valientes, punkis!! y allá fuimos, a abrir la vía "punki" al Risco de la Campana.



La Via Punki (señalada en rojo en la imagen) es una vía sin acabar. Solo apta para montañeros sin experiencia, no por lo fácil, sino porque resulta que es imposible subir por allí y según me han dicho después, hay que ser bastante novato para intentarlo. 

La apertura de La Via Punki consiste en coger todas las palas de nieve que veas seguras y que sepas que puedes subir, y subirlas a ver qué pasa. Nosotros hicimos dos, casi tres. Como no podíamos continuar, y además estaba cayendo la del pulpo, pues nos dimos la vuelta. No por ello dejamos de disfrutar de ello ni un solo segundo. Subiendo palas de nieve, buscando y probando otras, abriéndonos paso entre la nieve, que estaba tan "papa" que nos cubría la cintura en algunas ocasiones. Os prometo que disfruté tanto como si hubiese llegado a la cima. Y ahora recuerdo las palabras sabias de alguien que me dijo que "la cima era lo peor de las ascensiones, porque significaban que se acababa la ascensión". 




Hecho lo importante, que era jugar, castigar un poco el físico subiendo por la nieve y probar nuevas cosas y viendo que no podíamos avanzar más por la Via Punki nos hicimos la foto de cima y nos dimos la vuelta. 


Todo el descenso fue un horror. Solo recuerdo que caminaba todo lo deprisa que podía e iba buscando hitos como un poseso. Cada vez nevaba con más fuerza y el agua empezó a filtrarse por todos los huecos de la ropa. Mientras tanto, el camino se convertía en un río.




Yo llegué abajo con los calzoncillos empapados. Entre risas nos metimos en el coche y nos volvimos a Salamanca. 

La lección aprendida es "hazte caso de la previsión meteorológica".
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